viernes, 20 de julio de 2012

La vida y la función del médico


Si la función del médico es salvar vidas, creo que todas las escuelas de medicina en el mundo deberían ser cerradas, porque esa función ha sido un fracaso total. 

En realidad,  no vamos al médico para evitar la muerte, si no para evitar el sufrimiento. Vamos al médico cuando tenemos un dolor, una fiebre, dificultad para comer, o para evacuar, o si tenemos un tumor o una herida.

Pero la finalidad en ningún caso es evitar la muerte, porque eso sería absurdo. Lo importante, en todos los casos, es evitar o disminuir el sufrimiento.

El problema se ha presentado en algunas culturas, sobre todo religiosas, en que se ha hecho negocio, muy productivo, la oferta de vida después de la vida.

En ese sentido, la vida se ha convertido en algo sagrado y hay que mantenerla hasta límites más que absurdos, porque no nos pertenece y tenemos que dar cuenta del uso que hacemos de ella
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Y aún así perdemos la batalla.

Sería más humano y se ajustaría más a una sana moral que los médicos hicieran conciencia de que su rol no es evitar la muerte, sino ayudar a que la vida sea menos dolorosa; que el tránsito hacia la muerte, inevitable, se haga con el mínimo posible de sufrimiento.

Yo creo que la calidad de la vida es más importante que la vida misma.

De ahí que apelemos al “libre albedrío” para exigir que se deje al criterio de cada uno la posibilidad de disponer hasta donde quiere sufrir, antes de morir. 

Estamos propugnando porque se discuta abierta y honestamente la instauración de una ley sobre la Eutanasia, en la que se dejaría a cada ciudadano la opción de firmar un testamento vital, que le daría derecho a recibir ayuda para finalizar su vida, en caso de que la calidad de la misma, por un padecimiento incurable e irreversible, lo ponga en situación de que su única salida sea la muerte.