viernes, 10 de junio de 2011

Eutanasia


Los detractores de la eutanasia, a nivel mundial, dicen que si se aprueba se podrían cometer excesos con el pretexto de ayudar a la persona a la que se quiere eliminar.

Toman de ejemplo los horrores del nazismo, que llamó eutanasia el asesinato, en masa, de personas, grupos y comunidades enteras, sobre todo de origen judío.

Y eso no es correcto.

Los partidarios de la eutanasia sostenemos que, para que sea aceptada como tal, la decisión debe contar con la aprobación previa y la aceptación del propio paciente, sin lo cual no sería posible, en ningún caso, practicar el procedimiento. 

Por eso preconizamos la institucionalización del TESTAMENTO VITAL que nos provee un mecanismo de soporte en la eventualidad de que una persona no pueda dar su consentimiento a la hora de necesitar ayuda para morir dignamente.

No estamos propugnando por una cultura de la muerte. Al contrario, queremos que la gente viva, pero que sea feliz. Y pongo el siguiente ejemplo: Mi papá tiene 90 años y mi hijo 13. Si mi papá está lúcido, en buenas condiciones físicas y lleva una vida normal, con los achaques naturales de esa edad, yo quiero seguir teniéndolo conmigo, y no veo porqué deba morirse.

Pero del otro lado, mi hijo de 13 años ha desarrollado un cáncer en el cerebro, que produce un exceso de hormona de crecimiento y esto le provoca dolores insufribles, y además es inoperable e irreversible, con la única salida posible de la muerte en 6 meses a un año. Yo considero que es inmoral, injusto y cruel que se le deje sufrir y que se ponga a sufrir a todos los que están a su lado.

Y no quiero hablar de la parte financiera. Solo voy a señalar que algunas familias han pasado por esta situación y han enterrado su prosperidad junto a su ser querido, luego de una larga agonía.