lunes, 11 de abril de 2011

EL DISCURSO DE LEONEL

Como la gran mayoría de los peledeístas, y posiblemente de los dominicanos, yo estuve pendiente del discurso que iba a pronunciar, el viernes 8 de abril, el presidente del PLD y del país, Leonel Fernández.
No puedo negar que me sentía un poco intranquilo, aunque siempre dije que confiaba en  Leonel.
Mi posición desde hace mas de dos años fue siempre que a él le interesaba más la historia que el poder. Y el discurso del viernes lo demostró con creces. El presidente es un hombre inteligente, informado, pendiente de los acontecimientos, no solo del país, si no del mundo, no solo de los de ahora, si no de los del pasado.
No tengo que repetir los argumentos que él utilizó, los cuales comparto plenamente; prefiero analizar algunas cosas que no dijo.
Por ejemplo, que el hecho de mantener al partido y al país pendiente de si iba o no, hasta el último momento, le daba una vigencia al partido, sin necesidad de hacer campaña.
El anuncio del discurso del viernes 8 sacó a la oposición de la primera plana de los periódicos, y de los titulares de radio y televisión.
El discurso es ahora motivo de análisis, de parte de propios y extraños, durante varios días. Esto contribuye al posicionamiento del partido en la opinión pública, sin tener que invertir un centavo, y le da al que resulte ganador en la contienda interna una ventaja relativa al tener un endoso inicial de mas de dos millones de posibles votantes, a través del presidente.
Yo siempre me he identificado como boschista. En la actual coyuntura me he definido como leonelista no reeleccionista. Y ahora me siento más orgulloso, si cabe, de tener a Leonel Fernández de presidente.
Me ha confirmado lo que yo he expresado en diversos medios: que es un hombre de Estado, que no se cree imprescindible y que su accionar no es el poder por el poder, si no para trabajar por su país.
Y ese trabajo por su país  le reclama que haga todo lo que esté a su alcance para evitarnos la desgracia de caer nuevamente en manos irresponsables, que nos traerían de nuevo mucho dolor, lágrimas y sangre , en momentos en que la situación del mundo exige de los gobernantes el máximo de prudencia,  discreción y buen juicio.