jueves, 28 de julio de 2011

Por La igualdad de la Mujer.


En nuestra sociedad, resulta extraño que un hombre abogue por los derechos de la mujer.
Pero yo soy de opinión de que las mujeres, que sinceramente procuran la igualdad con los hombres, deberían propugnar porque cada vez más hombres se pongan de su lado, para fortalecer su lucha por ese objetivo.

Me gusta poner el ejemplo de Estados Unidos, en lo que concierne a las luchas sociales.

En un principio, luego de la independencia, solo los hombres, blancos y ricos tenían derecho al voto, y fueron los hombres blancos y ricos los que votaron para que los pobres tuvieran derecho a votar.

Luego los hombres (ricos o pobres) votaron para que las mujeres blancas pudieran votar. Más adelante, los blancos (hombres y mujeres) votaron para que los negros pudieran votar.

Este fue un proceso que se inició en 1776 y aun no ha terminado, pero que ha dado resultados positivos aunque a veces dolorosos.

El caso es que los que procuran y luchan por un derecho, generalmente dependen de los que no tienen nada que ganar al otorgarles ese derecho.

En el caso nuestro, la lucha por la igualdad de la mujer se ha entendido más como un enfrentamiento que como un reposicionamiento.

Quienes creemos en la igualdad queremos ver a la mujer al lado del hombre, con salario y condiciones de trabajo similares, con respeto, sin verla como ser humano de segunda clase o como objeto de placer sexual.

Pero hasta ahora, quienes dirigen la lucha por la igualdad pretenden ponerse por delante, desquitarse de siglos de opresión y de predominio masculino.

No se dan cuenta de que esa pretensión retrasa más el apoyo que necesariamente deberán conseguir  de parte de los hombres para lograr un trato más justo e igualitario para las mujeres.

No se debe olvidar que igualdad no implica desconocer a la femineidad. Nunca debería verse como un insulto que una mujer reciba un requiebro, una frase galante, una cortesía o una asistencia  de parte de un hombre, solo por ser mujer.

Yo he afirmado y sostengo que los principales escollos, para llegar a un nivel real de igualdad con los hombres, los ponen las propias mujeres.
Y no debe ser.